Vivimos en un país hambriento de resultados. Sin cultura de largo plazo. Lo vemos a diario. Si algo no funciona hay que cambiarlo, en vez de darle tiempo para que funcione.

Es como si empolláramos un huevo que al final del día el cascarón no rompe. Desesperados cambiamos de huevo. Tampoco rompe. Desesperados cambiamos de gallina. Y el resultado es que jamás logramos hacer nacer un ave. Pero son 21 los días de espera.

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Cortamos todos los procesos que necesitan tiempo para cuajar. Hoy la cabeza que debe rodar es la de Juan Carlos Osorio. Como si la guillotina nos hubiera funcionado anteriormente.

Perdimos porque teníamos que perder. Por cortoplacistas. Alemania ganó porque tenía que ganar. Por largoplacistas. Porque el proyecto de Löw viene desde 2006 y fue en seguimiento de Klinsmann. Un proceso de más de 10 años te da esa ventaja. Tener una selección B sólida.

Alemania nos está mostrando al mundo cómo debemos hacer las cosas. El DT teutón se quedó en semifinales en 2010 además de perder el duelo por el 3er lugar. Y eso no fue suficiente para cepillarlo. En 2014 fue campeón del mundo. ¿Suerte? Ni madres. Paciencia es el adjetivo correcto.

El trabajo de Juan Carlos Osorio es impresionante. Porque olvidamos un punto muy importante. No conocía el futbol mexicano. O, ¿ya olvidaron a Sven-Göran Eriksson? Claro que sí. También olvidaron el gol estadounidense que sacó a México del coma, para después ir a Nueva Zelanda por un boleto a Brasil. Osorio nos muestra cómo realmente es pasar un hexagonal caminando y no como dice que lo hizo Lavolpe.

Hay que caer, hay que perder, hay que fracasar para ganar. Pero sobretodo hay que aguantar. Ahora la libreta del Juan Carlos está llena de nuevos enigmas y es hora de darle tiempo que los resuelva.

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Alfonzo Bernal, papá de León.